La oyó taconear por el pasillo pasada la medianoche. Entró al cuarto donde él dormÃa sin abrir la puerta que creÃa cerrada. Todo empezó a ocurrir como algo deseado desde siempre. La amó y ella lo amó como nunca antes nadie lo hizo ni quiso hacerlo. La retuvo con fuerza entre sus manos para que nunca más se fuera pero al llegar el sueño, y después al abrir los ojos se dio cuenta con cierto desasosiego que todo lo habÃa soñado. Era demasiado fantástico para ser verdad. Esa mujer. Esa noche con ella. Un maldito sueño. Pero al levantarse de la cama el par de zapatos de tacones inverosÃmiles, color plateado un junto al otro cerca de la cama.
Luis Ignacio Muñoz